Anteayer mismo nos llegaba por correo electrónico una presentación curiosa que ya por otros cauces nos era conocida gracias al enlace que Luisa nos había pasado hace ya tiempo. En ella se ensalzaba a la generación de antes de 1975 como aquella de quienes disfrutaron de una auténtica infancia sin agobios de excesivas protecciones ni de absorbentes tecnologías.
No es que lleguemos a los extremos que Pedro y María nos citaban ayer mismo en su parodia de exaltación obsesiva del móvil, pero todos hemos de reconocer que nos vamos poco a poco pasando a las tabletas, a los móviles inteligentes y a los mandos a distancia.
La verdad es que, al margen de comportamientos rayanos en lo enfermizo y lo adictivo, hasta los de la generación anterior a los años 50 fuimos poco a poco cediendo posiciones ante la tecnología que nos permitía pasar de los pocillos de porcelana llenos de tinta elaborada con polvo a las caras estilográficas con tinta Pelikan o a los novedosos bolígrafos Bic; de las radios de galena a las de detector de germanio o incluso de sintonizador variable con condensador de dieléctrico de aire; de los plumieres de madera a los estuches; de las canicas de barro a las de cristal…
Y así tenemos que reconocer hoy que nos hemos pasado con armas y bagaje a la tecnología puntera que abarca desde los automóviles hasta los ordenadores, desde los móviles hasta los reproductores y grabadores electrónicos, desde los casetes y reproductores analógicos a los digitales. De vez en cuando, las circunstancias de oportunidad y dedicación a ciertos otras actividades incompatibles nos van recordando que hay que saber dónde está lo principal y dónde lo accesorio.
Todas estas reflexiones vienen como dichas desde el silencio interno de quienes las alimentan hasta la formulación expresa de quienes las comunican. Y eso es debido a que hoy toca hablar de algo que utilizamos para nuestros aprendizajes de partituras pero que puede mejorarse con algo de dedicación.
Esos aprendizajes suelen comenzar, cuando los instrumentos no se encuentran ya elaborados por alguna otra coral que pone a disposición de todos el resultado de su esfuerzo, desde un programa que nuestra coral compró hace ya unos cuantos años y ha demostrado ser de gran utilidad. No somos propensos en modo alguno a hacer publicidad de ningún producto, pero en este caso hay que alabar la perfección y la honradez con que se comporta la firma Myriad que lo distribuye y lo mantiene sin hacer lo que tantos otros programas hacen: cambiar de vez en cuando para cobrar por esos cambios a los usuarios. Por el contrario, ese programa, llamado Harmony Assistant (con la ayuda del utilísimo Pdf to Music, también adquirido por el coro), se va actualizando sin coste alguno para los que lo adquirimos en su día y, que sepamos, es el único capaz de sintetizar el sonido de la letra escrita en la partitura hasta en unos ocho idiomas. Los archivos que elaboramos con este programa podéis verlos en nuestra página de aprendizaje y tienen la extensión .myr. El poder manejarlos directamente tendría para todos la ventaja de poder escuchar las canciones cambiando su velocidad de reproducción y el volumen de cada voz según las necesidades y los gustos de cada uno. Para conseguirlo os dejamos aquí un procedimiento a partir de los archivos recogidos en la ya mencionada página de aprendizaje en la que veréis, al final de todo unos archivos que tenéis que utilizar:
1) En la carpeta zzzz.Firefox (lo de esas zzzz no tienen más objeto que hacer que esta carpeta aparezca al final por orden alfabético) se dan enlaces para instalar el navegador web Mozilla Firefox que es con único con el que hemos conseguido que funcione el procedimiento. Los que lo tengan ya instalado o saben descargarlo desde su navegador, no tienen que hacer nada de esto.
2) Una vez instalado el navegador, hay que descargar y ejecutar el archivo mmplugin563i-install.exe que tenéis un poco más abajo. Ese archivo coloca una extensión en Firefox (también en los otros navegadores que tengáis, pero solo funciona en éste) que permite leer y manejar los archivos .myr. Para ello
3) descargáis el archivo deseado (aquí lo hemos hecho con White Christmas, igual que lo haremos en los otros programas para midi) y (con el botón derecho del ratón) pulsáís Abrir con y, tras elegir el programa Firefox acabará saliéndoos esto (Una doble pulsación sobre las imágenes permite verlas con detalle y ampliarlas):
5) Ahí teneis controles para la reproducción con voz sintetizada): Arranque, avance y retroceso rápido, pausa, parada, volumen, control separado de voces, modo de vista, velocidad, metrónomo…
Si no podéis o queréis usar el procedimiento anterior (o no está disponible el archivo .myr) podéis usar con los archivos .mid el programa gratuito SynthFontSetup.exe que está al final. Para ello ejecutáis el programa después de descargároslo para obtener lo siguiente:
Aunque está en inglés (cuando encontremos uno parecido en español os lo diremos) podéis usar lo siguiente: en la parte de abajo hay un control de volumen para cada voz y un poco más arriba está el reproductor con sus controles. Más arriba aún está el control de velocidad. En la primera línea, en séptimo lugar, hay un botón “Play to file (write)” que permite guardar el archivo midi en varios formatos, entre ellos en mp3, para que podáis convertirlo, como ya varios nos habían pedido, en caso de que no esté disponible ya en nuestros archivos y así usarlo con vuestro reproductor portátil.
Si hacéis lo mismo (descargar y ejecutar) con el programa AKOFFPLR.EXE tenéis algo muy sencillo y manejable:
Aquí podéis cambiar el instrumento, el volumen y el balance.
Alternativamente, descargando y ejecutando el programa Anvil Studio que está dentro de la carpeta zzz Anvil Studio 2013 con el nombre astudio2.exe podréis ver esto.
Tiene más controles que el AKOFF (puede, además de controlar el volumen y el balance, editar el midi y cambiar su velocidad) pero es más complicado de usar.
En fin, esperamos que, al menos para algunos más dados a la tecnología, estas notas os sirvan para mejorar vuestro aprendizaje, al tiempo que para maldecir a gusto las complicaciones que nosotros mismos nos buscamos.