Stille Nacht, Heilige Nacht; Noche de paz, noche de amor; Noite feliz! Noite feliz!; Douce nuit, sainte nuit; Silent night, holy night; Astro del Ciel, Pargol divin…

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Entrada coro stille nacht S. Nicolás

Quienes tuvimos la suerte de vivir aquel lejano y cercano puente de la Inmaculada de 1990 estamos en una inmejorable posición para comprender lo que ese inmortal villancico significa. Ningún frío ni sueño ni cansancio ni circunstancia desfavorable pudo entonces ensombrecer aquella claridad de la invernal nevada: Ginebra, Liechtenstein, Innsbruck, Salzburgo y Viena. Muchos fuimos en autocar y recordamos con nostalgia aquel amanecer en Salzburgo en medio de la inmensa sorpresa de la nieve junto al suave rumor de las aguas del Salzach, inmortalizada por esta foto –premiada, por cierto, en un concurso- que hizo Pilar y que luego nos sirvió de felicitación navideña:

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Fue allí al lado de Salzburgo y dentro hoy de su distrito, en la iglesia de San Nicolás de Oberndorf donde en 1818 sonaron por vez primera los versos del poema que Joseph Mohr había compuesto dos años antes con la música que él mismo había encargado a Franz Xaber Gruber para poder acompañarla con su guitarra:

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Stille Nacht! Heilige Nacht!
Alles schläft. Einsam wacht
Nur das traute heilige Paar.
Holder Knab’ im lockigten Haar,
Schlafe in himmlischer Ruh!
Schlafe in himmlischer Ruh!

Stille Nacht! Heilige Nacht!
Gottes Sohn! O! wie lacht
Lieb’ aus deinem göttlichen Mund,
Da uns schlägt die rettende Stund’.
Jesus! in deiner Geburt!
Jesus! in deiner Geburt!

Stille Nacht! Heilige Nacht!
Die der Welt Heil gebracht,
Aus des Himmels goldenen Höh’n
Uns der Gnade Fülle läßt seh’n
Jesum in Menschengestalt!
Jesum in Menschengestalt!

Stille Nacht! Heilige Nacht!
Wo sich heut alle Macht
Väterlicher Liebe ergoß
Und als Bruder huldvoll umschloß
Jesus die Völker der Welt!
Jesus die Völker der Welt!

Stille Nacht! Heilige Nacht!
Lange schon uns bedacht,
Als der Herr vom Grimme befreyt,
In der Väter urgrauer Zeit
Aller Welt Schonung verhieß!
Aller Welt Schonung verhieß!

Stille Nacht! Heilige Nacht!
Hirten erst kundgemacht
Durch der Engel „Halleluja!“
Tönt es laut bey Ferne und Nah:
„Jesus der Retter ist da!“
„Jesus der Retter ist da!“

 
Noche tranquila, santa noche.
Todo duerme y a solas vela
solo la fiel, santa pareja.
Dulce Niño de pelo ensortijado,
duerme en celestial quietud,
duerme en celestial quietud.

Noche tranquila, santa noche.
Hijo de Dios. ¡Oh! cómo ríe
amor de su divina boca.
Da ahí la hora salvadora,
Jesús, en tu nacimiento
Jesús, en tu nacimiento.

Noche tranquila, santa noche
que trajo al mundo salvación.
Desde la celestial dorada altura
la plenitud de gracia deja ver
a Jesús en forma humana.
a Jesús en forma humana.

Noche tranquila, santa noche
donde hoy todo el poder
de amor paternal ha inundado.
Y como hermanos soberano envuelve
Jesús a los pueblos del mundo,
Jesús a los pueblos del mundo.

Noche tranquila, santa noche.
Desde hace tiempo imaginábamos
que el Señor nos libraba de la ira.
En la hosca época de nuestros primeros padres
brindó indulgencia a todo el mundo,
brindó indulgencia a todo el mundo.

Noche tranquila, santa noche
anunciada primero a unos pastores.
En el aleluya de los ángeles
Suena fuerte de cerca y lejos:
Está aquí Jesús salvador,
Está aquí Jesús salvador.

Hay algo en el contexto de esta canción, proclamada por la Unesco patrimonio inmaterial de la humanidad, que trasciende el ámbito privativo de la religión y se funde en esos sentimientos de paz y comunión que tan bien se muestran cuando, al terminar nuestra actuación navideña en cualquier programa de esas fechas, pedimos al público que se una a nosotros para cantarla.

Seguramente tiene mucho que ver con el hecho de que esta canción se enraíza en la antiquísima creencia de la quietud y el silencio con que la tradición ha querido imbuir estas fechas festivas. Merece la pena rememorar aquel antiguo himno compuesto para el tiempo litúrgico de Navidad:

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Entradacoro stille nacht códice con neumas

Dum medium silentium tenerent omnia,
et nox in suo cursu medium iter haberet,
omnipotens sermo tuus a regalibus sedibus venit, alleluia.

En medio del silencio que todo penetraba,
cuando la noche andaba por mitad de su senda
tu verbo omnipotente vino desde la altura.

Y escucharlo así, en la soledad de un silencio sin adornos, en la forma del Introito, con salmo intermedio, de la misa de tiempo de Navidad que canta Giovanni Vianini, cantor y director de la schola gregoriana mediolanensis en la Basilica de San Marcos, de Milán  .

Hoy, cuando se cumplen los veintitrés años de aquel domingo, día 2 de diciembre de 1990, en que nos disponíamos a pasar la noche en el autocar con destino a la Junquera y, ya de día, hacia Ginebra, nos parece el momento más propicio para evocar aquellos días memorables vividos en la Paz de aquel sencillo y enternecedor villancico.

Y, acaso, desempolvar de nuestros archivos aquella felicitación navideña compuesta para un programa de mano con esta misma fecha de dos de diciembre hace ya trece años:

DUM MEDIUM SILENTIUM TENERET OMNIA…

Y de pronto el silencio se cernió
como una poderosa sombra
contra el ardor del sol, como un sueño infantil
ante la áspera mano del cansancio,
como un recodo ameno
tendido entre las aguas turbulentas.
Todos hemos soñado en esa paz
donde uno de repente
se encuentra con que late el corazón
y aún no se han secado las aguas profundísimas
que un día acaso humedecieron
la reseca mirada
sobre un mundo agostado y agotado.
Uno tiene derecho a ese silencio
sin otras panderetas
que el temblor contenido en cada gota
antes de hacerse vuelo hacia el olvido.
Así la Navidad: silencio y sueño,
espacio suspendido de un tiempo eternizado.
Solamente la música
revela este secreto del silencio
preñado de las últimas notas,
de la espera gozosa del canto que vendrá.
Pudiéramos nosotros traer este silencio
como un hierro candente que dejara
algún gozo como mejor regalo…
Pudiera nuestra música sembrar vuestra quietud…
Porque ahora es Navidad como nostalgia
de otras tierras lejanas y otros tiempos
en que no hay otro ruido que nos calle,
pueda esta música traeros paz
como el hueco que dejan las ausencias.
El hueco que jamás se sacia
si no es con la presencia,
la sed que nada más se apaga en agua,
silencio que se colma sólo en música;
eso es lo que traemos tendido como mano.
Y así, de tanta herida,
quede grabado a fuego
la gozosa señal de un tiempo inolvidable.

O, también, sacar del recuerdo de nuestros archivos este soneto de hace más de veinte años:

Y en un murmullo, apenas sin sonido,
quedo como la noche, va en el canto
la brisa de la paz, el sueño santo
que al filo de los siglos han tejido

soñadores de paz. Su son dormido
quedó en sus notas. ¡Paz! Fluya entretanto
en la música leve un suave manto
de nostalgia, silencio, amor y olvido.

Beso de siglos, a tu alma espera
este aliento de brisas de esperanza:
voces y oídos juntos. Y una era

de paz profunda dentro ya se alcanza.
Semilla de una flor de primavera.
Noche de paz y amor en lontananza.