Inmersos en un retiro impuesto, nos resistimos a que él nos imponga sus leyes de hastío y de cansancio. Quizás para ello podamos refugiarnos en esta música de la que conservamos tantos profundos recuerdos como ocasiones en las que la hemos cantado:
Se trata de una Cantata de Iglesia, compuesta por Bach con un profundo sentimiento cristiano, pero eso no quita la reflexión humana íntima a la que podemos acogernos -son versiones personales- ya a partir del comienzo de la cantata completa Herz und Mund und Tat und Leben…
“Corazón y boca, acción y vida deben servir de testimonio claro de algún tesoro al que hemos dado amparo para ser un día alivio a toda herida.”
El final de la cantata es el Coral que tantas veces hemos cantado, Jesus bleibet meine Freude, del que traducimos una reflexión recogida en los comentarios a la interpretación del mismo que hemos citado anteriormente:
“Cuando la vida te lanza sus más duros desafíos, cuando la injusticia es tu pan de cada día, cuando sientes lo difícil que es seguir y cuando las lágrimas no logran expresar tu pena es entonces cuando te encuentras con esto. Gracias Bach.”
Seguramente podamos pensar en esas compañía con las que estaremos siempre en deuda si no se lo manifestamos:
“Siempre hay quien sigue siendo mi alegría, consuelo y savia de mi corazón y quien me defiende de toda pena. Él es la fuerza de mi vida, el gozo y el sol de mis ojos, el tesoro y el prodigio de mi alma; por eso no quiero que se aparte fuera de mi corazón y mi vista.”
Pues eso. Gracias Bach, gracias al regalo de haberlo cantado tantas veces todos juntos.